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Las convulsiones

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El popular sainete Las convulsiones fue producido a principios de 1828, una composición con marcada influencia francesa, de ingenio regocijado, picante con frecuencia y de acabado realismo. El 7 de junio de este año se representó por primera vez en el teatro Coliseo de Bogotá. El éxito de la pieza fue inmediato y las representaciones se sucedieron no obstante la tirantez política entre civilistas y bolivarianos. Poco después se imprimió un folleto en la imprenta de don José Antonio Cualla, tal como se había puesto en escena. En 1851 se hizo la segunda edición; en 1857 se incluyó en la colección de poesías de Vargas Tejada, publicada por el señor Ortiz, y, por último, en 1899 la Biblioteca Popular volvió a reimprimir Las convulsiones en uno de sus tomos.
El principal propósito de su autor fue ridiculizar una plaga social, y para mayor facilidad escribió el sainete en verso, desechó el romance octosílabo y redondilla, y escogió los endecasílabos pareados, una métrica poco apropiada para el diálogo, por su ausencia de flexibilidad.
El tema inspirador de Vargas Tejada no fue exótico, sino más bien popular, basado en una ridícula costumbre de la época en la cual las mujeres solían sufrir de ataques nerviosos de manera real o fingida, contra esta manifestación colectiva se dirigió principalmente la obra de Vargas Tejada y de ahí su título.
Vargas Tejada, de temperamento independiente y muy personal, se apropió de obras ajenas haciéndolas tan propias que su obra entera es totalmente suya. En efecto, no sólo se inspiró para escribir Las convulsiones en el drama de Lope de Vega El acero de Madrid, sino que imitó su argumento principal. A su turno, la obra del gran dramaturgo español había sido aprovechada por Molière para componer Le médecin malgré Iui, que tradujo al castellano en 1814 don Leandro de Moratín, con añadiduras propias, y bajo el título de El médico a palos. Pero aquel sainete de costumbres siempre vivirá en nuestra dramaturgia, como fiel reflejo de una época; y se leerá y verá representar con agrado por los colombianos, a causa de la sal cómica que puso su autor para satirizar los vicios sociales de sus conciudadanos.
Luego de la creación de la Nueva Granada, se decidió promover el auge de las doctrinas culturales, el teatro no estuvo ausente en la vida republicana del país: inicialmente se propuso su apoyo como una herramienta más para el progreso cultural del país y de los ciudadanos.
En los años 1831-1839, la compañía dramática nacional más importante fue la del bogotano Juan Granados, este empresario y actor principal dio gran importancia a la dramaturgia colombiana y latinoamericana, puso en escena obras de Luis Vargas Tejada: Aquimín, Sugamuxi y Las convulsiones, además de otros dramaturgos granadinos. El éxito de estas presentaciones y las posteriores catalogan a Luis Vargas Tejada como “piedra fundamental del teatro colombiano”.

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El popular sainete Las convulsiones fue producido a principios de 1828, una composición con marcada influencia francesa, de ingenio regocijado, picante con frecuencia y de acabado realismo. El 7 de junio de este año se representó por primera vez en el teatro Coliseo de Bogotá. El éxito de la pieza fue inmediato y las representaciones se sucedieron no obstante la tirantez política entre civilistas y bolivarianos. Poco después se imprimió un folleto en la imprenta de don José Antonio Cualla, tal como se había puesto en escena. En 1851 se hizo la segunda edición; en 1857 se incluyó en la colección de poesías de Vargas Tejada, publicada por el señor Ortiz, y, por último, en 1899 la Biblioteca Popular volvió a reimprimir Las convulsiones en uno de sus tomos.
El principal propósito de su autor fue ridiculizar una plaga social, y para mayor facilidad escribió el sainete en verso, desechó el romance octosílabo y redondilla, y escogió los endecasílabos pareados, una métrica poco apropiada para el diálogo, por su ausencia de flexibilidad.
El tema inspirador de Vargas Tejada no fue exótico, sino más bien popular, basado en una ridícula costumbre de la época en la cual las mujeres solían sufrir de ataques nerviosos de manera real o fingida, contra esta manifestación colectiva se dirigió principalmente la obra de Vargas Tejada y de ahí su título.
Vargas Tejada, de temperamento independiente y muy personal, se apropió de obras ajenas haciéndolas tan propias que su obra entera es totalmente suya. En efecto, no sólo se inspiró para escribir Las convulsiones en el drama de Lope de Vega El acero de Madrid, sino que imitó su argumento principal. A su turno, la obra del gran dramaturgo español había sido aprovechada por Molière para componer Le médecin malgré Iui, que tradujo al castellano en 1814 don Leandro de Moratín, con añadiduras propias, y bajo el título de El médico a palos. Pero aquel sainete de costumbres siempre vivirá en nuestra dramaturgia, como fiel reflejo de una época; y se leerá y verá representar con agrado por los colombianos, a causa de la sal cómica que puso su autor para satirizar los vicios sociales de sus conciudadanos.
Luego de la creación de la Nueva Granada, se decidió promover el auge de las doctrinas culturales, el teatro no estuvo ausente en la vida republicana del país: inicialmente se propuso su apoyo como una herramienta más para el progreso cultural del país y de los ciudadanos.
En los años 1831-1839, la compañía dramática nacional más importante fue la del bogotano Juan Granados, este empresario y actor principal dio gran importancia a la dramaturgia colombiana y latinoamericana, puso en escena obras de Luis Vargas Tejada: Aquimín, Sugamuxi y Las convulsiones, además de otros dramaturgos granadinos. El éxito de estas presentaciones y las posteriores catalogan a Luis Vargas Tejada como “piedra fundamental del teatro colombiano”.

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